Comienzo

Estaba de pie, observando una vez más ese pedazo de tierra cubierto por suave y verde pasto recién colocado, poniendo especial atención en la piedra fría en la que habían grabado una leyenda con gran pasión.

“Amado esposo y hermano”

Llevó una mano al bolsillo de su saco, tratando de buscar alguno de aquéllos cigarrillos que tanto le encantaban, pero su acción se vio interrumpida al notar cómo alguien se acercaba tranquilamente hacia donde se encontraba. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y sintió un vuelco en su corazón… o al menos en donde había estado.

Era ella.

Su cabello rojo y ondulado estaba recogido en una coleta, algunos mechones adornaban su pálido rostro. Llevaba un vestido negro que demostraba el estado de su alma. Al acercarse aún más, notó que en sus ojos cafés estaba su tristeza, su vacío, su pérdida. Sus manos temblorosas aferraban un ramo de rosas teñidas con el color del sol.

Ella se detuvo y se hincó, acarició suavemente con sus dedos delgados y frágiles aquélla fría piedra y depositó con sumo cuidado las flores que había traído consigo.

—He vuelto…

Al escuchar su voz, sólo esas dos palabras, le evocaron tantos recuerdos; todas las miradas que se robaron, las caricias dadas, abrazos que les unieron, besos que se repartieron.

—…por última vez.

Se encontraba en un dilema, quería que ella se fuese y jamás volviera, pero si se iba, ¿quién le recordaría? ¿Quién le visitaría?

Sonrió. Sus propios pensamientos le sorprendieron y, desde el incidente, quiso estar vivo para poder llorar amargamente. Estiró su mano para poder tocar una de sus mejillas. Se arrepintió. Ella había venido por última vez, anhelaba escuchar lo que deseaba decirle, el por qué de su efímera visita.

—Dicen que debo dejarte ir, que es lo mejor, ¿es así? —se tranquilizó y con ello detuvo las lágrimas que estaban a punto de salir—. Hoy comenzaré de nuevo —sonrió—, comenzaré una vida sin ti.

El viento sopló, alborotándole los bermejos mechones. Ella no dejaba de sonreír tristemente. Él devolvió la sonrisa a pesar de que ella no le veía. Lo aceptó. Porque de esa manera ella podría ser feliz, y si ella lo era, él también.