Llama

Es sólo cuestión de tiempo que nos encontremos de nuevo, lo sabes ¿verdad? Cómo evitamos ese momento —y lo seguiremos haciendo—, cómo cuando alguien nos menciona los nervios se apoderan de nosotros, cómo fingimos no conocernos… cómo deseamos que no existiésemos.

He cambiado, tanto que no pensarías que soy yo, tanto que preguntarías si no me hago pasar por quien tú conociste alguna vez. Porque tú recuerdas cuán sumisa era, cuán torpe, que no podía ir en contra de tus deseos, en contra de tus palabras. ¿Te viene a la memoria? Porque en la mía cada gesto, cada caricia, cada golpe, cada palabra está grabada fuertemente.

Ya no soy yo. Dime, ¿me querrás ahora? ¿Me querrás aunque te conteste, si es necesario, con gritos? ¿Me querrás aunque te diga que ya no te obedeceré más, que no estoy dispuesta a recibir otro golpe? ¿Si mis palabras te hieren igual o peor que a mí las tuyas?

Dime, ¿me querrás? ¿Me amarás? ¿Sí? ¿No? No lo sabré. No hasta que nos encontremos y —por nuestra voluntad— no lo haremos. Y sabremos evitarnos porque somos cobardes, porque queremos evadir nuestras miradas, nuestras palabras. Es así, esta llama nos consume… Y será así hasta que ese fuego —de nuestro propio infierno— acabe con nosotros lenta y dolorosamente.