De nuevo se levanta tarde. No le gusta iniciar el día a una hora temprana. Mira fuera de la ventana y gracias a la posición del sol sabe que pasa de mediodía. No le gusta el sol. Desvía la mirada y observa la puerta. Atrae su atención, su curiosidad, le incita a cruzarla. Decide salir, cree que sólo una vez no le hará daño.
Abandona su “habitación” y baja las escaleras que la llevan a las plantas inferiores de aquélla enorme y lujosa casa. Mientras desciende pone especial atención a los nuevos retratos y pinturas —lo son para ella— que adornan las paredes. Suspira
Las bisagras de las puertas rechinaban, los cristales de las ventanas crujían, las voces que provenían de un programa de televisión hacían eco en los pasillos.
Siguió caminando hacia la planta baja, temeroso de que algo pudiese aparecerse y le asustara. Llegó a su destino: la cocina. Encendió la luz con el interruptor que yacía en el muro junto a la entrada. Echó un vistazo a su alrededor y no vio nada. Perfecto. Se acercó al mueble que guardaba en su interior todos los vasos y, justo cuando iba a tomar uno, un sonido le sobresaltó.
Un cristal se había roto…
…y al busc
Se encontraba sentado en una de las banquitas de concreto de un parque. Había creído ciegamente en las palabras de aquéllas personas, palabras vacuas, carentes de cualquier sentido. Palabras que le incitaban a cometer errores —ahora se daba cuenta de ello—, errores que la gente imperfecta cometía. Imperfectos como él.
Lo sabía. Toda su vida era una falacia, lo dicho, lo que le habían mostrado… Todo era una red entretejida de mentiras en la que había caído como una mosca en una telaraña. Mentiras que nunca cuestionó, que creyó, que consideró eran su verdad. Men
Está, una vez más, observando el cielo nocturno y estrellado. Sonríe, le encantan las estrellas, las asemeja con cada uno de los recuerdos que perdió hace tiempo. No recuerda muchas cosas. No recuerda el rostro de sus padres o hermanos, mucho menos el color o el olor del mar.
Un ruido hace que su mirada se desvíe. Ahí está el causante. Su sonrisa se ensancha. Se levanta de la banca que está junto a la puerta de la cabaña y corre a su encuentro. Le da alcance, le abraza, le besa. Él la toma firmemente entre sus brazos mientras corresponde a su beso, mostrándole con ello que nada es un rec
Comenzó a correr por los pasillos y aunque a su madre le disgustara aquello, no le reprendía, puesto que así era feliz. Abrió las puertas de una en una, asomando la cabecita dentro de las habitaciones, quería encontrarle.
Admitía que la primera vez que le vio, le asustó, tanto que no quiso comer durante todo el día, temeroso de que le vigilara, que le acechara y, lo peor de todo, que le comiera. Una vez que revisó todas las habitaciones, suspiró derrotado y bajó a la cocina por algo de comer. Se dirigió al refrigerador, buscando un poco del flan que su padre había preparado en
Es sólo cuestión de tiempo que nos encontremos de nuevo, lo sabes ¿verdad? Cómo evitamos ese momento —y lo seguiremos haciendo—, cómo cuando alguien nos menciona los nervios se apoderan de nosotros, cómo fingimos no conocernos… cómo deseamos que no existiésemos.
He cambiado, tanto que no pensarías que soy yo, tanto que preguntarías si no me hago pasar por quien tú conociste alguna vez. Porque tú recuerdas cuán sumisa era, cuán torpe, que no podía ir en contra de tus deseos, en contra de tus palabras. ¿Te viene a la memoria? Porque en la mía
Posa la mirada en el cristal de aquélla enorme ventana, observando nada en particular y deseando que el día, como siempre, llegue a su fin. Está postrado en una cama sin algo qué hacer, qué decir, qué saber, sintiendo cómo el frío invernal le cala hasta los huesos.
¿Cuánto ha pasado? ¿Días, meses, años? Ha perdido la noción del tiempo y el reloj cuyo tic tac puede escuchar le desespera aún más.
Ah, qué silencio tan bello, tan tranquilo.
Lo odia.
Extraña las fuertes pisadas contra el piso de madera, los gritos a primeras horas de la mañana, las e
Había buscado en todos los rincones de su habitación. No estaba. Se dirigió al cuarto de su hermano para comprobar que no lo tuviera él. Una vez frente a la puerta, la abrió de una patada, no importando que él se molestara con ella.
Comenzó buscando debajo de la cama. Nada. Revisó en el cajón del escritorio, entre el librero, en el armario. No le encontró.
Suspiró intranquilamente mientras se tiraba fuertemente del cabello. ¿Dónde podía estar? Más le valía a su madre no haberlo tirado, de lo contrario, iba a gritar y hacer todo lo necesario para que se lo devolv
Caminó —con poco ánimo— hacia la orilla de la playa, quería creer que esta vez podría verle. Días, semanas, meses… no importaba cuánto tiempo pasaba, él no volvía.
Detuvo su caminata cuando vio una curiosa conchita que estaba en la arena. Se agachó a recogerla, la sacudió y guardó en el bolsillo de la camisa donde estaba la otra, aquélla cuyo color era como el de la sangre, esa que él le había dado. Era un recuerdo, una manera de saber que aunque fuese en la distancia estarían juntos, juntos como ahora estaban los pequeños caparazones.
Se levan
Cerró los ojos. No le importaba qué fuese lo que le dijeran, de todas formas, ahora nunca lo haría. Suspiró tranquilamente mientras sus párpados se despegaban y dejaban que sus ojos grises se encontraran con el azul del cielo. Su vida era una mierda.
Miró el parque en el que se encontraba, poniendo especial atención en un par de niños —supuso eran hermanos— que se divertían meciéndose en los columpios, riendo, gritando, despreocupados de que alguno de sus padres les arruinaran ese momento de entera felicidad.
—No todo es mi maldita culpa… no lo es. —Dijo para s&
Thank you! You're too kind too. And yes! I love the things he says, how he acts and how he reacts. I think he's one of my favorite characters ever. Who's your favorite? (In case you have one.)